11/1/18

LOS VENDEDORES DE HUMO (1ª PARTE)

"Si tratamos a la plutocracia
como si fuera democracia, ésta muere
Simon Wren-Lewis


Hay muchas similitudes entre el Brexit y Trump. Ambos son movimientos autoritarios, en los que la autoridad o bien recae en un único individuo, o en una única votación: la votación que los obliga a todos. Esta autoridad expresa la identidad del movimiento. Se trata de movimientos irracionales, y con ello me refiero a que descartan la experiencia en cuanto esta entra en conflicto con los deseos de los movimientos. Por tanto, la base de sus simpatizantes está constituida por los menos formados, y las universidades son consideradas como enemigos. Ambos grupos son sumamente nacionalistas: ambos quieren devolverle la grandeza a América o a Inglaterra.

Es fácil relacionar a cada grupo con conceptos familiares: clase, raza o lo que sea. Sin embargo, creo que esta clasificación obvia algo importante. Obvia lo que corroboran las convicciones de estos grupos, lo que les permite perseverar en su visión del mundo que tan a menudo se contradice con la realidad. Ambos grupos obtienen la información sobre el mundo a través de medios de comunicación que ha convertido las noticias en propaganda. En EE.UU. es la Fox y en el Reino Unido es la prensa sensacionalista de derechas y The Telegraph.

Considerar que estos medios de comunicación son un síntoma en lugar de una causa es un grave error. Tal y como demuestra claramente el estudio sobre el que hablé en este artículo, la producción de noticias de la Fox no está diseñada para incrementar al máximo el número de lectores, sino para incrementar al máximo el impacto de su propaganda en sus lectores. Creo que se podría decir exactamente lo mismo sobre The Sun y The Mail en el Reino Unido. La Fox (Fox Broadcasting Company) en EE.UU. y The Sun, en Reino Unido, tienen un mismo dueño: Rupert Murdoch.

Rupert Murdoch

En general se cree que estos medios dan apoyo a ciertos partidos políticos. En el Reino Unido existe la prensa que apoya al Partido Conservador y la que apoya al Partido Laborista, y  en EE.UU. ocurre algo similar. A mi entender esa idea está anticuada en diez o veinte años, e incluso entonces se subestimaba la independencia de las empresas de comunicación. (The Sunapoyó notoriamente a Blair en 1997). Cada vez más frecuentemente son los medios los que llevan la voz cantante y los partidos políticos los que les siguen.

El Brexit no habría tenido lugar si hubiera permanecido como un  deseo expresado por una minoría de diputados conservadores. Sucedió gracias a la prensa de derechas del Reino Unido. Ocurrió porque esta prensa de derechas reconoció que un amplio sector de sus lectores estaba descontento con la política convencional y empezó a prepararlos con historias sobre inmigrantes de la UE que quitaban empleos, reducían los salarios y se beneficiaban de las prestaciones (y a veces de cosas mucho peores). Estas historias no eran (siempre) falsas, pero, como toda buena propaganda, magnificaban una verdad a medias para convertirla en una firme convicción. Por supuesto esta preparación jugaba con inseguridades ancestrales, pero las agravaba para convertirlas en un movimiento político. El nacionalismo hace lo mismo. 

No se limitó a reflejar las opiniones de los lectores, sino que jugaba con sus dudas, temores y esperanzas para convertirlas en votos.


Esto no quiere decir que no existieran motivos reales de queja que derivaron en el voto a favor del Brexit o el racismo que derivó en la elección de Trump. Este análisis del populismo actual es importante, siempre que no nos desvíe hacia los debates sobre la identidad frente a la economía. Hacer hincapié en las causas económicas del populismo no infravalora las cuestiones de identidad (como la raza o la inmigración), pero son los asuntos económicos los que causan los virajes que ayudan a llevar a los populistas al poder. Fue crucial, por ejemplo, en el engaño que usaron los medios para convencer a muchos para que apoyaran el Brexit: que los inmigrantes y las cuotas de la UE estaban limitando el acceso a los servicios públicos, cuando en realidad sucede todo lo contrario.

Sin embargo, a pesar de que los asuntos económicos puedan haber creado una mayoría ganadora tanto para el Brexit como para Trump, las cuestiones de identidad defendidas por los medios de comunicación logran que el apoyo que reciben ambos sea difícil de reducir. El Brexit y Trump son expresiones de identidad, y a menudo de lo que se ha perdido, lo que los convierte en algo sumamente difícil de derribar al recibir el respaldo de los grupos mediáticos. Asimismo, tanto Trump como el Brexit sostienen la idea, porque sus defensores lo quieren así, de que representan a aquellos que normalmente son ignorados, que reaccionan en contra de  la maquinaria gubernamental de la capital con todos su expertos.

Pero centrarse en lo que algunos llaman la “demanda” de populismo corre el peligro de perderse al menos la mitad de la historia. Por muy legítimas que fueran las quejas de los defensores del Brexit y Trump, aquellos han sido utilizados y serán traicionados. No hay nada que al abandonar la UE vaya a ayudar a las olvidadas ciudades de Inglaterra y Gales. Aunque lo intente, Trump no recuperará muchos puestos de trabajo en la fábricas de las zonas desindustrializadas, y sus payasadas con el NAFTA (North American Free Trade Agreement*) pueden haber empeorado las cosas. La identificación de los abandonados solo supone la mitad de la historia porque no te dice por qué se dejaron engañar por los remedios de los vendedores de humo.


El Brexit fue, ante todo, un triunfo de la prensa de derechas del Reino Unido. Esa prensa primero impulsó al Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés) que encarnaba las opiniones que promocionaba la prensa. La amenaza que suponía ese partido y el transfuguismo hacia el mismo obligó al Primer Ministro a convocar el referéndum que quería la prensa. Se trataba de una prensa de derechas que vendía una enorme mentira sobre la economía del Reino Unido, una mentira que compraron los medios audiovisuales para asegurarse de que los conservadores ganaban las elecciones siguientes. Cuando llegó el referéndum fue esta prensa de derechas la que se aseguró de que se ganaran suficientes votos y así derrocaron al gobierno.

Del mismo modo Donald Trump fue, ante todo, el candidato de Fox News. Tal y como escribió Bruce Bartlett con gran elocuencia, Fox habría empezado como una cadena que solo apoyaba a los republicanos, pero su poder aumentó de forma constante. La parcialidad en Fox se convirtió en la desinformación de sus espectadores, hasta el punto de que los espectadores de la Fox están claramente peor informados que los espectadores de otros canales de noticias. Un análisis sugirió que más de la mitad de los hechos mencionados en la Fox son falsos: los lectores del Reino Unido recordarán cuando informaron de que Birmingham era una zona vedada a los no musulmanes.

Fox se convirtió en una máquina de mantener a las bases enfadadas y encendidas en la creencia de que no podía haber nada peor que votar por un demócrata. Fue Fox News la que impidió que los votantes republicanos vieran que estaban votando a un demagogo, ocultó que este mentía abiertamente todo el tiempo. La cadena incita al odio hacia otras religiones y grupos étnicos y hace que sus espectadores crean que Clinton merece ser encarcelada. No refleja las opiniones de sus espectadores, sino que los moldea. Según han demostrado ciertos economistas, la producción de la Fox no optimiza su número de lectores, sino que optimiza el poder propagandístico de su producción. Aparte de algún que otro altercado, Trump fue el candidato de la Fox en las primarias.

 Donald Trump

Tenemos una empresa de comunicación de derechas que ha derrocado a la clase política dirigente republicana y una prensa de derechas que ha derrocado a un gobierno de derechas. Cómo es posible que algunos politólogos sigan analizando esto como si los medios tuvieran un mero papel pasivo, de apoyo o incluso fueran invisibles cuando derrocan gobiernos o subvierte partidos políticos es algo que desconozco.

(*) En español, Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)

CONTINÚA...

FUENTE: ctxt.es
Simon Wren-Lewis es profesor de Economía en la Universidad de Oxford.
Traducción de Paloma Farré.
Este artículo se publicó originalmente en Social Europe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario